Lo primero, cogemos un cazo con la hoja de laurel y el agua y llevamos a fuego alto, en cuanto hierva añadimos el bacalao, tapamos y apagamos el fuego, dejamos en reposo durante 10 minutos (el bacalao se cocinará con el calor de dentro).
En un bol añadimos la miga de pan y la leche y dejamos que empape bien.
Con cuidado de no quemarnos, sacamos el bacalao y lo desmigamos con ayuda de un par de tenedores, quitando la piel y las espinas.
En un bol añadimos el bacalao desmigado, la miga de pan (que escurriremos de la leche), el diente de ajo, el perejil, la cebolla, el huevo y salpimentamos al gusto. Mezclamos bien todo (nos tiene que quedar una masa consistente con la que podamos trabajar) y reservamos en el frigorífico durante 30 minutos.
Transcurrido el tiempo, sacamos la masa y formamos bolas del mismo tamaño y enharinamos.
En una sartén, con abundante aceite, la llevamos a fuego alto y marcamos las albóndigas (sólo hasta que cojan color por fuera), sacamos y dejamos reservar en una fuente con papel absorbente de cocina, para quitar el exceso de aceite.
En una cazuela con el aceite, que llevamos a fuego medio, añadimos la cebolla y diente de ajo y doramos, añadimos la harina y movemos bien durante 2 minutos.
Añadimos el vino blanco y mezclamos bien todo, dejamos cocer 2 minutos para que evapore el alcohol y añadimos el caldo de pescado y seguimos mezclando para que no se formen grumos.
Añadimos el perejil por encima y dejamos que espese nuestra salsa, sazonar si fuese necesario.
Añadimos las albóndigas, tapamos y dejamos cocer durante 7 minutos, moviendo la cazuela varias veces y ya estará lista para comer.
Raciones 2